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El gober Julio Menchaca y Rosa Icela se reúnen con jueces: ¿a renovar o a repartir sentencias con café?

15 nov 2024

Con más ceremonia que un desfile del Día de la Bandera, el gober Julio Menchaca se plantó en la 4.a Asamblea Plenaria Ordinaria 2024 de la Conatrib, en donde tuvo su tête-à-tête con Rosita Rodríguez y un puñado de magistrados de todo el país. Y aunque no hubo luces de bengala, sí se habló de cambiar las reglas del juego judicial, porque, al parecer, el Poder Judicial necesita más ajustes que tu primo el mecánico.

Rosita, con toda la convicción de quien te invita a una pirámide financiera, destacó la importancia de un “poder judicial renovado” y dejó caer que la onda es que participen los meros meros de colegios y otros “honestos” (sí, en serio, así dijo) que le tengan amor al servicio público. ¡Ah! Y que participen en el histórico tianguis electoral. Nada como darle un toque épico a la grilla.

Por su parte, el gober Julio Menchaca —que no se queda callado ni en misa— subrayó que ya es hora de que el Poder Judicial agarre nivel y deje de sentirse el primo incómodo de los tribunales federales. "No estamos para ser subordinados de nadie", soltó, alzando la ceja. Menchaca recalcó que los juzgadores y magistrados tienen más chamba que un electricista en día de apagón, tomando decisiones que afectan vidas y patrimonios. Y como si fuera telenovela, el suspenso quedó en el aire.

En otro episodio de "homenajes y reconocimientos", el magistrado Rafael Guerra entregó la presea "Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá 2024" a Sandra Juárez Domínguez, quien rompió el techo de cristal al ser la primera mujer en presidir la Conatrib. Un logro digno de aplauso, claro, pero la pregunta es: ¿vendrá con sueldo mejorado?

La magistrada Anel Bañuelos celebró la presea como si fuera un Mundial y recordó a todas esas mujeres que han luchado para hacerle un espacio al género femenino en esta arena judicial, mientras que la magistrada Rebeca Stella Aladro, siempre correcta, remató con un discurso motivador sobre justicia, tejido social y una pizca de esperanza. En fin, ¡que la justicia no duerma! Aunque, a veces, parece que sí lo hace... con una siesta larga.

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